DESDE EL CORAZÓN. La historia de mis peluditos por Marga Andrade.
19-12-2018
Ernesto, mi hijo, llevaba mucho tiempo, desde que era muy pequeño, pidiéndome tener un perro. Yo había tenido hacía tiempo una perrita y lo pasé muy mal cuando se fue así que no estaba por la labor. Pero él, insistía y me di cuenta de que lo que yo había vivido, no era suficiente razón para justificar que mi hijo no viviera la experiencia de convivir con un animal, pero por varias circunstancias, consideré que un perro no era el apropiado.
Mi única experiencia con gatos era la poca convivencia que había tenido con los de mi hermano, y la verdad, les tenía bastante, digamos, respeto aunque también algo de miedo, pero Ernesto estaba encantando con que fuera un gato y pensé que para mí, era una forma de enfrentar un miedo.
Me puse manos a la obra y busqué en internet y enseguida di con un gatito del que me enamoró la mirada. Llamé al teléfono y contestó María. Ese gatito ya estaba adoptado pero había muchos más para adoptar.
Me preguntó qué buscaba y le dije que me daba igual macho, hembra o su color. Me habló de Clarita, una gatita que llevaba demasiado tiempo en una casa de acogida con una señora y que era un buen momento para que ambas no se acostumbraran más, la una a la otra. Le dije a María: no busques más. Ella va a ser. Me dijo que me enviaría fotos pero yo ya estaba pensando en el 8 de noviembre de 2013 en el que Ernesto y yo iríamos a buscar a Clarita.
María me envió fotos y ya fue cuando nos volvimos locos, por ella misma y porque era blanca y negra como Gonza, uno de los gatos de mi hermano que se había ido recientemente.
La encontraron con menos de una semana de vida y restos del cordón umbilical debajo de un coche. Una superviviente.
Cuando fuimos a buscarla la señora que la tenía en acogida nos contó que cuando se la llevaron le dijeron que se llamaba Clarita. En su rescate había una mujer que se llamaba así, pero que ella, al ver que no paraba quieta le cambió el nombre por Rumba y a Ernesto y a mí, nos pareció perfecto. No paraba de jugar y correr pasillo arriba y abajo.
Mientras firmaba los documentos de la adopción pensé en qué haría la pequeña mientras Ernesto y yo estuviéramos fuera de casa. María nos aconsejó que si teníamos intención de adoptar otro gatito antes o después, ese era el mejor momento. Llegarían juntos a la casa y por tanto la territorialidad no sería tan marcada por parte de ninguno. Además, en cuanto se acabaran de conocer y pasara ese primer momento de tensión, se cuidarían, se harían compañía.
Ernesto se quedó con la señora y con Rumbita y María y yo nos fuimos a buscar un compañero para ella. El día anterior había sido jueves y por la noche habían salido a rescatar. Tenían cerca dos hermanitos, uno de ellos ya estaba adoptado, pero el otro no.
Estaba asustado al fondo del trasportín, blanco como la nieve con su mancha negra y parda en la cabeza. Daba igual como era o como hubiera sido. Se habría venido. Eso sí, el nombre se lo cambiamos. Por la mancha le habían puesto de nombre Pitingo pero Ernesto decidió que se llamaría Tito.
Rumba. Fecha aprox. de nacimiento 20/08/2013
Tito. Fecha aprox. de nacimiento 05/09/2013
08/11/2013 Tito y Rumba llegan a casa y yo sé, que desde ese día, cada día, me he reído. Ellos me han dado una razón para reír cada día desde que les conozco.
Al principio se tantearon, no querían estar juntos, se bufaban y algún revolcón que otro hubo. Incluso tuve que llamar a María para que me diera consejo y fue: deja hacer a la naturaleza.
Y esta era la situación al tercer día.
Y su complicidad fue creciendo.
También se hiceron compañía en malos momentos
Podría contar muchas anécdotas, ilustradas con cientos de fotos porque como todos los que tenemos gatos, casi no hay día en el que no haya una razón para hacerles una foto.
Primero les hice “un chalet” con una de las cajas de los pedidos de pienso y arena y un papel adhesivo que simulaba piedras
Se lo pasaban de escándalo.
Luego llego “el palacete”. Mi hijo decía que en proporción, a él, le debía comprar un apartamento.
También sabían buscarse sus alternativas. Tuve que reconvertir el soporte de las macetas para la princesa.
Y a Tito le gustaba mucho la altura, el calor del frigorífico y dormir la siesta conmigo.
Les gustaba y les gusta mucho jugar juntos, al escondite, por ejemplo.
En esta foto estaban esperando a que María viniera a hacerles una visita.
Y así iba pasando el tiempo.
Ernesto, un año y medio más tarde, volvió a la carga. En esta ocasión el argumento era: Mamá ¿sabes que la mayoría de la gente no quiere adoptar gatos negros? Es una lástima. Son tan bonitas las panteritas y no las quieren por el prejuicio de que dan mala suerte y entre eso, y lo mucho que Tito y Rumba habían llenado nuestras vidas, llamé a María y le dije queríamos adoptar un gato negro.
Quedamos con ella y nos trajo en un trasportín tres gatitos negros diminutos, un macho y dos hembras. Nada más abrirlo, el machito se encaramó por la camiseta de mi hijo hasta que le llego a la cara, se miraron y a Ernesto casi se le saltaron las lágrimas. Me miró y me dijo: Éste, mamá, por favor. La decisión estaba tomada…o no. Pregunté a María qué pasaría con las dos hembras y me dijo que una de ellas ya tenía adoptante pero que la otra tendría que volver con los que estaban pendientes de adopción. Ernesto y yo nos miramos, miramos a María y ahora sí que estaba tomada la decisión. Se venían los dos a casa.
Sombra (macho) y Luna. Fecha aproximada de nacimiento 01/04/2015 llegaron a casa el 14/05/2015.
¡Eran tan pequeños!
¿Cómo fue la adaptación con Tito y Rumba?
Tito los quiso desde el primer momento. Se acercaba a olerlos, los lamía. Era como un padre o un hermano mayor y Rumba, cuando veía eso, a los pequeños les bufaba, pero a Tito le dio más de un golpe. Mi interpretación era que le decía a Tito: ¿Tú que haces con esos extraños? Se llegó a quedar afónica de tanto gruñirles. Las dos primeras noches les separé para dormir. Y la tercera, al ver que el día había sido más tranquilo, les dejé dormir juntos en el salón.
A Tito le gustaba usar la cama que había preparado para los pequeños y Rumba los vigilaba de cerca.
Y la reunificación fue curiosa. Recordé que tenía guardado un juguete, el primero que habían tenido Rumba y Tito porque se había roto e hice un apaño de urgencia. Y los cuatro empezaron a jugar juntos con el juguete. En la foto se puede ver a Rumba y Tito de pequeños, y año y medio más tarde, y a Sombra con el mismo juguete.
A partir de ese día han compartido todo, el palacete hasta que se rompió, el sofá, el Port Aventura gatuno, comidas.
Y los mayores también cuidaron de los pequeños en sus malos momentos.
Y Ernesto y yo tenemos juegos, cariños, mimos, ronroneos, risas…. por cuatro y me encantaría que pudieran ser por ocho. Tiempo al tiempo.
Las estanterías de mi casa son las que tienen los adornos más bonitos del mundo. Además cambian constantemente sin que yo tenga que hacer nada.
Si tuviera que escoger las dos mejores decisiones de mi vida, serían: haber tenido a mi hijo y tener mis gatos y nunca daré lo suficiente las gracias a Ernesto por haberme animado a ello y a Maria y a Aragat por haberlos puesto en mi vida.
No sé si sus vidas habrían sido mejores o peores sin Ernesto y sin mí, lo que tengo claro es que las nuestras no habrían sido igual de completas y felices sin ellos.
Mis peluditos.
Autor: Marga Andrade